lunes, 27 de marzo de 2017

El dolor escondido detrás de la necesidad de ser perfectos



Desde que nacemos, nuestro instinto de supervivencia se activa y vamos aprendiendo poco a poco lo que es necesario hacer para sobrevivir; observamos, sentimos, de lo que observamos y sentimos sacamos una conclusión, una verdad a la cuál nos adaptamos y repetimos y así aseguramos nuestra permanencia.

La necesidad básica de todo ser humano es el amor, el sentirse amado y reconocido; y según la familia, el ambiente, el medio al que lleguemos, es el concepto del amor que tenemos y repetimos para sobrevivir.

Cuando en nuestra vida, hemos aprendido que para recibir amor debemos ser perfectos, se crea un vacío profundo, pues creemos sin ser conscientes, que es necesario hacer, demostrar, actuar de cierta manera para ser reconocidos.

La mayoría de nosotros hemos crecido en ambientes en los que la aceptación que tengamos depende de que ´tan buenos somos´, según lo que para nuestro entorno sea 'bueno o aceptado', y es así cómo podemos entrar en una carrera por lograr ser hijo perfecto, hermano perfecto, amigo perfecto, esposo perfecto, padre o madre perfectos, trabajadores perfectos...hemos aprendido a creer en nuestro propio valor a través de los ojos de los demás, y por eso la mayoría de acciones que tomamos en nuestra vida, van encaminadas a demostrar lo que necesitamos ser para los demás, para poder valer. 

Es así como surge la culpa cada vez que no cumplimos con los parámetros establecidos, cada vez que no hacemos lo que se supone que estaría bien hacer, cada vez que reaccionamos negativamente, cada vez que no damos lo que se espera de nosotros, cada vez que sentimos que nos equivocamos; porque ser perfectos significa la posibilidad de ser queridos.

Cuando ante un juicio externo lo que sentimos  es culpa, dolor, tristeza, es porque de alguna forma u otra una parte de nosotros mismos cree que es cierto, y ahí están nuestros propios dolores. La necesidad de reconocimiento y de amor se esconde detrás de nuestras acciones incoherentes.

A veces pueden dar ganas de ser muy sociable, de mantener todo ordenado, de lograr éxitos externos, de asistir a reuniones familiares, de expresar solo las emociones que creemos positivas; pero a veces no tenemos ganas de nada de eso, sino de todo lo contrario, y eso no nos hace malos ni equivocados, eso solo nos hace humanos viviendo la vida intensamente.

El mayor sufrimiento está dado por la falta de aceptación, por la resistencia, por querer cambiar las cosas que ya son. Debemos entender que cuando reaccionamos de una manera que creemos incoherente con nuestra esencia, o que no nos gusta de nosotros mismos, no es porque seamos menos, ni incapaces, ni estemos equivocados; esto se da porque estamos reaccionando desde nuestro dolor, desde ese niño o niña dentro de cada un@ que quedó esperando la aprobación, el amor, el reconocimiento; desde esa parte interna que necesita ser perfecto para ser aprobado.

Aceptación y amor propio, para entender que la forma en la que actuamos a veces egoísta e incoherente, viene de esos lugares de nosotros en sombra, en dolor, a los que evidentemente no le hemos dado lo que necesitan. No nos hemos podido aceptar cómo somos, no hemos podido reconocer nuestro verdadero valor, nuestra verdadera magia.

Si no nos damos permiso de expresar esa parte interna que no nos gusta, estamos negando nuestra propia existencia, estamos negando una parte vital de cada uno que no deja de existir solo porque no la queramos ver, y que quiere salir y necesita algo de nosotros.

Para sanar es necesario poder vernos en toda nuestra dimensión, ver lo que nos pasa con lo que está pasando, ver qué nos duele, ver qué nos gusta, saber de qué nos da ganas y de que no, conectarnos sinceramente con nuestras emociones, conocerlas sin juzgarlas; pues no podemos transformar lo que no conocemos.

Sólo así a través del amor consciente, podemos aceptarnos, y ver nuestra perfección aún en aquellas cosas que consideramos imperfectas, darnos el permiso de sentirnos de una manera o de otra y en vez de negar o evadir nuestras emociones, poder entender de dónde vienen para así ser cada día una versión mejorada de nosotros mismos, pero nuestra propia versión, la de nuestro propio libro.




1 comentario: